sábado, 29 de diciembre de 2007

2.El regreso

Había tocado la campana de salida y las chicas salían del instituto charlando animadamente. Esther y Laura salían riéndose. Unos metros más adelante sus compañeras flirteaban con un chico que no alcanzaban a ver. Al salir del recinto del instituto no se molestaron en mirar al chico, siguieron adelante hacia la parada del autobús. Esther había dejado de ir en coche hacía mucho tiempo atrás y había empezado a ir en autobús con Laura; cuando el autobús terminaba su recorrido Esther llamaba a Víctor y este iba a recogerla después de que tuviera que tomar el metro que la dejaba casi a las afueras de la ciudad.
Las dos chicas iban a montarse ya en el autobús cuando alguien gritó sus nombres; las dos chicas se dieron la vuelta y vieron un chico moreno que les resultaba extrañamente familiar hablando con Almudena. El chico les saludó con la mano y las volvió a llamar.
Esther y Laura se encaminaron hacia la puerta del instituto donde Almudena intentaba ligarse a Dan. Cuando llegaron Dan cogió a Esther por la cintura y le dio un beso en la sien. Almudena y Laura se quedaron con una cara que mostraba un tremendo asombro; la chica se despidió de los tres amigos si salió a correr antes de que el autobús del colegio se marchara sin ella.
Esther siguió el autobús con la mirada y cuando al doblar una esquina lo perdió de vista se separó bruscamente de Dan.
-¿Qué haces?-preguntó la chica.
-¿Querrías haberme visto dándome el lote con ella?-preguntó a la chica.
-Hombre hubiera sido un poquito asqueroso, ¿no te parece?-comentó Laura
-Bueno cambiemos de tema- sugirió Esther- esta tarde tenéis que venir a verme al Gran Teatro.
-Es verdad…vas a tocar tu canción, ¿no?-preguntó Laura
-Claro-dijo Esther- ¿sabes? Hemos perdido el autobús.

Eran las cuatro de la tarde y Esther estaba en su cuarto tocando el piano antes de su recital. Desde abajo escuchó a su abuela llegar de la empresa de la que era dueña. Sofía subió las escaleras que llevaban al piso de arriba para ver a su nieta.
Cuando llegó a la habitación se quedó escuchando desde fuera; Esther estaba cantando una canción que ella había compuesto con el piano:
-Es preciosa-murmuró Sofía desde fuera y se fue.
Media hora más tarde llamaron a la puerta principal. Esther no estaba prestando mucha atención a lo que pasaba a su alrededor, estaba más pendiente del piano y sus partituras.
-¡Esther, soy yo! ¿Puedo subir?-gritó Dan.
La chica abrió la puerta y les gritó que si, que subiera y siguió tocando el piano.
Dan entró en la habitación y se sentó a esperar a que la chica terminara de tocar.
Unos minutos después de que Dan llegara Esther paró de tocar “Las variaciones Goldberg” de Bach. La chica le miró y sonrió sentada en la banqueta. Esther miró la funda que había apoyada en la puerta y por la forma reconoció que era una guitarra.
-¿Es tuya?-preguntó Esther
Dan asintió, la sacó de la funda y se sentó en la cama de la chica. Comenzó a tocar para afinar la guitarra y poco a poco empezó a tocar una música más suave. Esther se sentó a su lado y se dejó levar por la música catando una canción que ella había escrito hacia mucho tiempo atrás para cualquier música. Cuando Dan terminó de tocar Esther susurró:
-Homenaje, pour le tombeau de Debussy, Manuel de Falla.
-Vaya esa canción es preciosa, tienes una voz preciosa-dijo Dan-.Tienes buen oido para esto de la música.
-Es mi canción preferida para guitarra-dijo la chica.
Dan volvió a tocar una canción un poco menos lenta que la anterior, pero también muy bonita. Para esta la chica no tenía letra, pero no le importó pues la canción era preciosa y cuando el chico terminó dijo otra vez:
-Sonogramas I, de Leo Brouwer.
-Alucinante-exclamó el chico- me encanta que seas tan lista.
-Llevo toda mi vida con la música clásica-sonrió Esther-. Mira un día compuse un dúo de guitarra y piano, ¿te apetece que toquemos juntos?
Dan sonrió y asintió. La chica sacó unas partituras de su maletín y le tendió una copia al chico; al ver que el chico no podía poner las partituras al alcance de su vista salió de la habitación y minutos más tarde apareció con un atril que colocó delante del chico.
-Vaya, que bien surtidos que estáis en esta casa.
-Era de mi madre,- sonrió Esther- ella tocaba el violonchelo.
-Lo siento
Esther le sonrió y se sentó en la banqueta del piano para empezar a tocar. Las primeras notas fluyeron del piano y poco a poco los dos instrumentos se fundieron como si fueran uno solo. La canción que Esther había compuesto era bastante larga, así que se pasaron tocando aproximadamente hasta las cinco de la tarde.
Cuando la canción terminó con un solo de piano Esther guardó las partituras y se sentó al lado de Dan:
-Tú no has venido para tocar conmigo, ¿verdad que no?
-Pues no,-confesó el chico- te dije hace unas semanas que iríamos a ver mi casa y eso vamos a hacer, además quiero ver como has progresado en la teletransportación.
-Ya no me dejo ninguna parte de mi cuerpo atrás, creo que eso es un avance bastante considerable-dijo Esther.
-Pues me alegro, porque nos vamos a teletransportar a Nueva York- el chico se levantó de la cama.
Esther miró a Dan porque estaba sintiendo como el chico se metía otra vez en su cabeza; quería enseñarle una imagen de su casa para que le fuera más fácil llegar hasta ella sin perderse en Nueva York.
Esther vio que Dan vivía en un alto edificio, aproximadamente de unas treinta plantas. Era un rascacielos de un color gris muy apagado y estaba situado en el centro de la ciudad, en un barrio de gran importancia.
La chica centró su energía y su magia en esa imagen y ordenó a cada partícula de su cuerpo que se transportaran al apartamento. Sintió como la energía la recorría de arriba abajo, a pesar de que sus fuerzas estaban muy bajas. Comenzó a marearse así que dejó que la magia se escapara de su propósito y volviera a vagar de nuevo por su cuerpo; se dejó caer en la cama agotada respirando entrecortadamente. Sus energías en esa época del año eran escasa; habían sido los exámenes finales, tenía que ensayar mucho para poder dar los recitales y por eso apenas dormía, desde que Dan la había enseñado a teletransportarse por la Tierra había practicado todos los días y eso le restaba energía y en el instituto habían sido muy duros con ellas…sin contar otras cosas que también la dejaban muy débil.
Dan se giró y se sentó junto a ella en la cama. Esther le miró avergonzada por no haber sido capaz de completar el ejercicio.

El chico sonrió y se fijó mejor en la habitación de Esther mientras esta se recuperaba; nunca antes se había dado cuenta de lo grande que era la habitación. Estaba decorada al más puro estilo hindú: tenía una gran alfombra hindú que ocupaba la mayor parte de la habitación, unas grandes ventanas que le daban mucha tranquilidad a la habitación; las paredes anaranjadas contrastaban con las cortinas, hechas de chintz en distintos tonos de púrpura y los muebles también púrpuras; la colcha fabricada con damasco en naranja y púrpura creaba un ambiente suave y de paz en contraste con los diferentes tapices de seda y lino que recreaban distintos momentos de la historia hindú.
El mobiliario estaba compuesto por una mesa auxiliar de madera negra rodeada de cojines negros con bordados en tonos anaranjados y púrpuras, un puff de tonos púrpuras y un armario de puertas correderas de madera negra también. La lámpara que colgaba del techo era de papel, muy larga y anaranjada.
Comparada con mi habitación esta parece un arco iris- pensó el chico.
-¿Estas mejor?- preguntó Dan
-Creo que si, aunque estoy muy débil-contestó la chica-, pero estaré bien para el recital.
Esther y Dan se quedaron en silencio durante unos minutos. Los dos chicos se miraron a los ojos y sus caras comenzaron a acercarse lentamente; estuvieron tan cerca que el tiempo pareció pararse durante horas. Dan acarició el rostro de la chica y justo cuando iba a besarla se abrió la puerta; Laura traía un paquete envuelto y venía muy sonriente.
Los chicos se separaron y Dan se levantó de la cama como si tuviera un muelle y dijo que se marchaba.
-No hace falta…lo entiendo, creo que la que se marcha soy yo- dijo Laura saliendo del cuarto.
-¡No! Laura espera, todo tiene una explicación-exclamó Esther saliendo detrás de ella.
Esther bajó corriendo las escaleras y salió al gran jardín antes de que la chica saliera de la casa.
Laura había perdido la sonrisa y no hacía caso a las llamadas de Esther. Antes de que Laura saliera del jardín Esther la alcanzó y la paró.
-Tiene una explicación,-jadeó Esther- yo me había mareado por el cansancio y…
-¿Iba a hacerte el boca a boca?-preguntó la chica.
-¡No!
-Pensé que éramos amigas y confiabas en mí-sollozó Laura.
-Y confió, no tengo nada con él, fue un simple impulso por mi parte, un impulso muy idiota. Si tuviera algo con él o con cualquier otro tú serías la primera en enterarte, lo prometo.
Las dos chicas se abrazaron y entraron juntas en la casa. Antes de subir Esther le secó las lágrimas a su amiga. Al entrar en la habitación Dan estaba guardando la guitarra en su funda y colocando las partituras para irse.
-No hace falta que te marches-sonrió Laura-, si te marchas tú esto pierde la gracia.
-Es verdad, no tiene gracia si te marchas…- corroboró Esther- quédate y haremos como si nada hubiera pasado.
Dan miró a las dos chicas que sonreían aunque se notaba que Laura había llorado. Por mi culpa, pensó Dan.
-No quiero molestar, de verdad-dijo él- mejor me voy, os veo en el recital esta tarde.
-¡No! quédate tenemos que ver a Esther con lo que le he comprado-dijo Laura-. Toma, ábrelo, pianista.
La chica le tendió el paquete que había traído. Esther le dijo que no hacía falta pero lo abrió con toda la ilusión del mundo: era un vestido precioso.
-¡Gracias! Que idiota no tenias porque comprar nada-exclamó Esther, abrazándola-, es fantástico…
-Pruébatelo, supongo que te estará bien- dijo Laura.
Antes de que la chica saliera de la habitación su abuela entró y después de admirar el vestido dijo que empezara a vestirse que quedaba menos de dos horas para que comenzara el recital; cuando su abuela iba a cerrar la puerta, Esther salió con ella de la habitación sonriendo y dejando solos a sus dos amigos. Dan se sentó en uno de los cojines negros y Laura se tendió en la cama.
-Vas a estropearlo todo-dijo Laura.
-Ha llegado el momento-contestó Dan con indiferencia- hay que llevársela de aquí, cuanto antes mejor.
-Ándate con cuidado, sabes que a él le gusta la eficacia-contestó Laura.
Minutos después Esther apareció con el vestido que Laura le había regalado. Era palabra de honor de color chocolate con una cinta en la cintura color caramelo; por las rodillas llevando un encaje al terminar la falda también en color caramelo.
La chica sonreía y eso hacia que sus ojos brillaran de manera espectacular. Laura y Dan la examinaron de arriba abajo antes de exclamar:
-¡Vaya!
La chica volvió a sonreír y abrió el armario; sacó unos zapatos del color de la cinta y se los puso. Después sacó unos pendientes y una gargantilla dorados y se los puso.
-Dime que no piensas peinarte-suplicó Laura.
-¿Por qué no?-preguntó Esther mirándose en el espejo de detrás de la puerta- creo que debería exterminar los rizos –sonrió- parezco una coliflor.
-¿Le pegas tú o lo hago yo?-bromeó Dan
-Estas estupenda- dijo Laura-. Ni se te ocurra peinarte ni tampoco pintarte, vas guapísima. Yo me voy al baño, tengo que vestirme quedé en ir contigo y estar detrás del escenario.
-Yo también me voy- dijo Dan, cogiendo su guitarra- tengo que vestirme para ir a verte.
-Espera un momento,-Esther sacó una tarjeta de un cajón- tu entrada VIP, diviértete esta noche.
El chico se despidió de las dos chicas y salió de la habitación; se despidió de la abuela de Esther se internó en el bosque que había al lado de la casa donde había pasado tantas tardes con sus dos amigas y desapareció sin que nadie le viera.
Unos minutos más tarde Laura apareció vestida con un pantalón blanco largo una camisa azul celeste con las sandalias a juego y unos pendientes de plata que le había regalado su madre cuando era muy pequeña.

Eran las ocho de la tarde cuando Esther estaba a punto de terminar recital; estaba llegando al final de los Nocturnos de Frédéric Chopin y estaba muy orgullosa con su actuación. Había estado casi dos horas tocando el piano, pero era lo que más le gustaba en el mundo y se podría haber pasado durante días tocando sin parar. Al pulsar la última tecla la sala quedó en silencio y acto seguido todos aplaudieron lentamente hasta que el aplauso casi se convirtió en una ovación.
Dentro de Esther se desató una violenta explosión de sentimientos: estaba orgullosa de su trabajo; también estaba feliz porque sabía que a la gente le había gustado; estaba emocionada porque aunque no era la primera audición que daba en ninguna la habían aplaudido tanto como en aquella.
Se levantó de la banqueta y dio las gracias con una reverencia ante el público antes de que se cerrara el telón.
-¡Fantástica! Has estado fantástica- exclamó su profesora de piano, abrazándola- esa interpretación de Chopin ha sido sublime, y cuando tocaste tu propia canción con la letra…me has hecho llorar, Esther. Me siento orgullosa de ti.
-Gracias, Diana- agradeció la chica- te dije que te dejaría en buen lugar como profesora, y eso es lo que he hecho.
La chica se despidió de su profesora y buscó a Laura con la vista; se la encontró llorando como una magdalena sentada al lado de Sofía.
Esther se dirigió hacia ellas y las miró sonriente. Laura se levantó del sofá y la abrazó fuertemente mojándole el hombro. La chica se rió y le secó las lágrimas con un pañuelo que le tendió su abuela.
-Ha sido magnifico Esther- piropeó su abuela.
-Entre todos vais a conseguir que me ruborice- dijo la chica abrazada a Laura todavía- ¿se pude saber que le has hecho?
-Ha sido tú, tu abuela no hacia nada más que darme pañuelos-contestó Laura- tú canción suena mejor en público.
La chica sonrió y se despidió porque su profesora la volvía a llamar. Después de que todo el mundo la felicitara por su gran actuación y la invitaran a participar en distintos eventos benéficos, políticos, de entretenimiento… y muchos directores de bandas de música le ofrecieran un contrato se sentó con su amiga.
Para Esther faltaba alguien que no había visto en toda la noche. Entonces vio a Dan acercándose a ellas dos. La chica se levantó para darle la bienvenida y el chico le dio un fuerte abrazo. Se pasaron abrazados unos minutos hasta que Laura exclamó:
-Para ya Dan, me la vas a desgastar.
Los dos chicos se separaron y se rieron. Dan también felicitó a la chica por su recital y le pidió disculpas por no haber llegado antes con ellas diciendo que le había sido imposible acercarse a ellas porque la gente que intentaba entrar aquí para felicitarla le impedía pasar.

El cielo estaba aun estrellado cuando Esther sintió que alguien decía su nombre. Al principio pensó que era un sueño, hasta que ese alguien empezó a zarandearla. Ya despierta y sin abrir los ojos le dieron ganas de arrancar unas cuantas cabezas por despertarla tan temprano.
Estirazó todos los músculos de su cuerpo y cuando abrió los ojos vio a Dan que la estaba llamando a la vez que la zarandeaba.
-¿Qué haces aquí?, ¿qué pasa?, ¿por qué me despiertas?- hizo una pausa- ¿cómo demonios has entrado?
El chico le tiró unos vaqueros, una sudadera con gorro con el escudo de su colegio y las zapatillas de deporte. Cogió una mochila que había estado llenando con ropa de la chica y mirándola muy serio dijo:
-Te quiero en la puerta de tu habitación vestida en dos minutos y si no entraré yo a por ti.
Esther se vistió como dijo el chico se recogió los rizos con una pinza y salió al pasillo donde Dan la esperaba apoyado en la pared. Cuando la vio la cogió de la mano y tiró de ella pasillo adelante.
-¡¿Dónde vamos?!-preguntó la chica.
-Schchssss….no hagas tanto ruido- dijo Dan
Dan tiró de ella por las escaleras hasta que llegaron al recibidor de la casa, pero para más sorpresa de la chica allí estaban Laura y su abuela. Aunque no dijo nada notó que su abuela no era la misma; ella estaba acostumbrada a verla siempre muy serena y tranquila pero ahora derrochaba vitalidad por los cuatro costados a pesar de lo temprano que era.
-Habéis tardado mucho-dijo Laura-tenemos que irnos cuanto antes.
Esther miró a su amiga, después a su abuela y después otra vez a Laura. Las dos estaban muy extrañas.
-¿Alguien va a contarme que pasa aquí?-preguntó Esther
-Más tarde, ¿llevas la pulsera?-preguntó Laura.
-Siempre la llevo, -contestó-¿tú también eres de Brólisel?
-Si, todos somos de Brólisel pero no es momento de entrar en detalles- dijo Sofía.
-Señora, no podéis aparecer así en Brólisel- dijo Dan dirigiéndose a Sofía- Esther ve a la cocina y trae agua, ¡rápido!
La chica salió a correr hacia la cocina y unos minutos después apareció con una jarra de cristal llena de agua. Al ver a su abuela se llevó las manos a la boca para reprimir un grito, lo cual provocó que la jarra se estrellara contra el suelo.
Sofía no era la anciana de ojos verdes que Esther conocía. Ya no era anciana, apenas aparentaba veintiséis años, pero su pelo gris y recogido siempre en un moño se había convertido en una larga melena púrpura; sus ojos habían perdido el verde oliva y ahora eran de un violeta suave y su piel era tan blanca como la de Laura; vestía una larga túnica blanca con las mangas anchas con bordados en oro y un cinturón también dorado, al cuello llevaba atada una capa púrpura bordada en oro también.
Esther avanzó un poco con tan mala suerte de resbalar con el agua de la jarra. Para evitar hacerse daño paró la caída con las manos, lo que provocó que los restos de cristales se le clavaran en las palmas de las manos. La chica gimió y se levantó rápidamente.
Laura se acercó a ella y la sentó en una de las antiguas sillas que decoraban el recibidor.
Mientras, Dan había murmurado y la jarra se reconstruyó con sus propios trozos, lo que hizo que los trozos que Esther tenía aun clavados en las palmas de las manos salieran a toda velocidad de su carne haciéndola gemir de nuevo. Dan le dirigió una mirada de arrepentimiento a la chica mientras que él recibía otra de odio por parte de Laura.
La chica pasó lenta y suavemente sus dedos por las heridas de Esther. Los dedos emanaban calor y protegían a la chica del dolor que le producían los cortes. Después de realizar varias veces ese proceso todas las heridas de Esther se cerraron sin dejar cicatriz alguna. Laura se levantó del suelo y miró a su amiga con dulzura.
La chica les miró a los tres con cara de no entender nada de lo que estaba pasando. La nueva Sofía se acercó a ella y la levantó de la silla.
-Ther, cariño, se que tendría que haberte explicado esto antes-dijo su abuela-pero quería protegerte y hacer todo lo posible porque no estuvieras involucrada en esto, pero llegaron noticias y tuvimos que actuar, lo siento mucho, cielo.
-No importa abuela, lo entiendo- sonrió Esther- ahora no se como llamarte cuando me enfado contigo, si Sofía o como.
-Esther, ella es Derwen, la autentica reina de Brólisel – dijo Dan- te hablé de ella, ¿recuerdas?
-Claro que me acuerdo- dijo la chica- si ella es la reina y yo soy su nieta…
-Eres la princesa de Brólisel.
-Es hora de irse- dijo Laura asomada a la ventana- siento su presencia muy cerca de aquí, se acercan a gran velocidad.
Dan se acercó a Esther y le rozó la mano para cogérsela, pero el chico se arrepintió. Esther le miró y fue ella la que le cogió de la mano.
No te preocupes estaremos juntos hasta el final. Ahora usa la magia como te enseñe y ve al bosque donde nos vimos por primera vez.
Allí te veré, Dan.
A la chica no le costó mucho encontrar la imagen en sus recuerdos, había estado allí otras veces sin que Dan lo supiera; le pidió a la pulsera que la llevara hasta allí.

4 comentarios:

Len dijo...

Ya era hora

elfei dijo...

desde luego para esto no hago nada

Len dijo...

¿A qué te refieres?

Anónimo dijo...

Hello. This post is likeable, and your blog is very interesting, congratulations :-). I will add in my blogroll =). If possible gives a last there on my blog, it is about the Home Theater, I hope you enjoy. The address is http://home-theater-brasil.blogspot.com. A hug.